Flechas al aire

Flechas al aire

He dirigido toda mi vida hacia el sentido.  Apuntando siempre a la diana de la certeza, intentando lanzar coherencia como flechas.

Os sorprendería cuántas veces he fallado. Cuántas veces no solo no he dado en el blanco, sino que he desviado la dirección a kilómetros de lo que esperaba.

He construido una fachada de tiradora profesional.

Pero todos escondemos debilidades.

Sin embargo nuestro hombre viejo, tiende a vanagloriarnos de lo  perfectos que somos. Es algo que pesa y te arrastra sin informarte de que lo está haciendo.

Una camiseta sucia, no deja de ser una camiseta. No deja de cumplir su función como camiseta. Pero tampoco es igual que cuando se tejió.

Más allá de las apariencias, lavamos la ropa porque es incómodo llevar puesto algo que no desprende buen olor, que no es agradable al tacto, y con lo que no sentimos una sensación de pureza.

No somos camisetas. Pero el ejemplo no es tan diferente a la vida misma.

Hay interiores manchados de todo tipo de adversidades a las que expone la vida. No es cómodo deambular así. No es agradable viciar el ambiente de nuestras cargas, de nuestras decepciones, nuestras batallas fracasadas. 

No dejas de ser tú por estar así, pero tampoco llegas a ser tú del todo… Es duro decirlo, y leerlo. Pero quien haya experimentado en primera persona estas palabras, sabrá , que en el fondo sientes que te estás perdiendo a ti mismo.

Y el sentir es un incómodo termómetro que me recuerda que sigo viva .

En momentos difíciles, tenemos la virtud de la introspección. Quizás porque necesitamos agarrarnos fuerte a algo. Aunque sea a nosotros mismos.

Y digo la virtud, porque en un fin, es algo positivo. Pero es devastador. Encontrarte cara a cara con tu presente más miserable. Con tu pasado incorregible. Y con tu futuro desesperanzado.

Empezar a asumir la realidad a la que te enfrentas es tan importante y difícil como entender que no es definitivo. Es decir, que lo que ahora parece el fondo de un agujero con metros de caída, en perspectiva podría ser un bache malo.

En mi opinión el “Todo pasa” es un consuelo para fuertes y para pacientes. Para pacientes fuertes.  Yo me considero justo lo contrario.

Lavar, lavar, lavar y que la mancha no se vaya. Muchas veces no conocemos o no utilizamos el producto adecuado. Y hasta que lo encuentras tienes que seguir con eso ahí.

Entonces, como decía, te sumerges en el océano de tu interior. Y ahí, sientes que te ahogas. Te ahogas con cosas que solo conoces tú. Buceas entre miles de pensamientos, que en algún momento han rondado tus posibilidades. Algunos los has expresado en alto, pero la mayoría no.

Digo tú, porque es una forma de expresión. Pero realmente no tengo ni idea de lo que pasas en esa compleja estructura que es tu corazón. Yo, encuentro todo eso. Pero también mucha alegría almacenada como lípidos. Lípidos porque aunque son fuente de energía, pesan. Pesan porque son recuerdos que traen una felicidad que ahora no tengo. Y  puede servir de fuerza, pero es amargo.

También encuentro una cámara hermética e infranqueable. En el fondo, lo que guarda, es esencia de mi yo más profundo que busca vivir en conserva. Que busca no ser atacado por el exterior, ni por el interior contaminado. Que busca ser ese depósito de reserva. La última opción de arranque, o de seguir en marcha. Permanece en cuarentena hasta el momento preciso.

A veces da portazos desde dentro. Grita hasta más no poder. Pero desde fuera no se oye nada. Porque al final, está ahí, pero está aislada. Quizás esa puerta debería abrirse algún día para transformar su alrededor.  Para dejar de lanzar flechas al aire.

El saber que está sí es un verdadero consuelo. Al menos para pacientes débiles. Tener la certeza de que nunca acabamos de perdernos del todo. De que estamos hechos para algo mucho más grande que nuestro sufrimiento.

He caminado siempre hacia el sentido de las cosas, y estoy marcada por todo lo que en ese trayecto me he encontrado.

Hace poco, le decía a un amigo que cumplía años,  que desde que nacimos, el mundo funciona en perfecta armonía para nosotros. La familia que nos crió y nos amó, todo los que nos dieron, los amigos que nos cuidan, incluso la actitud del chino del barrio al que vamos a comprar.  Todo, absolutamente todo, lo que hemos recibido hasta hoy son regalos.

Y a veces nos  sentimos con derecho de exigir o reprochar a los demás lo que NO nos dan. Y lo cierto, es que no deberíamos mirarlo desde esa postura, sino desde el agradecimiento de habernos dado algo; aunque fuera una mínima parte.

Cuando lo pasamos mal, queremos todo de los demás. Y dejamos de alguna manera de dar, porque consideramos que no estamos en el mejor momento para hacerlo. Y los que nos acompañan, siguen queriendo más de nosotros.

En las dos partes, encuentro algo de razón.

No somos perfectos, y como de momento ninguno lo somos, en este camino hacia lo mejor de nosotros, la clave está en no separarnos, y agradecer el tiempo regalado.

Hay flechas que se lanzan al aire, en busca de una dirección. Y tras mucho probar, un día, encuentran su objetivo, y ya es inevitable que se junten.

Sigo buscando sombra en el desierto.

África Moreno

Un comentario en “Flechas al aire

Deja un comentario