La persona que buscaba mis ojos, mientras yo huía de las miradas.

La persona que buscaba mis ojos, mientras yo huía de las miradas.

A veces, lo último que te queda hacer por alguien que quieres,

es dejarle tomar su decisión, aunque se equivoque.

Algún día entenderás todo lo que callo, y guardo dentro,

todo lo prudente que he sido. O he intentado ser.

Todo lo que no he gritado, y he estampado en tu frente para que te dieses cuenta.

Aconsejar, dar ejemplo, poner por bandera la verdad, ha de ser motor sustancial de las relaciones humanas; pero cuando uno ya ha dispuesto, solo queda dejar que el otro mueva ficha.

Cuando amas, tiene que ser así.

<< -Cada día, Sancho-dijo don Quijote- te vas haciendo menos simple y más discreto>>

Pero “después de las horas muertas, siempre llega el silencio que más duele”

Sí que duele.

Duele ver cómo la gente que quieres, renuncia a lo conveniente, a lo coherente y lo honesto consigo mismo.

Ves, que a fin de cuentas, se está alejando de ti, de vuestro ideal común, de lo que teníais por seguro.

Ves que de algún modo se está yendo, y te obligas a ti mismo a mantenerte firme, fiel y quieto. A la espera. Hasta que decida regresar. Si quiere hacerlo.

Sin amor, ser libre no es fácil; sin amor no es fácil dejar ser libres a los demás.

A veces, el pastor va a buscar a la oveja que se pierde dejando a las 99; pero otras, el padre espera en casa, cada día con los brazos abiertos, hasta que el hijo pródigo decide volver.

Como una madre, que cuida de sus hijos, aun cuando ellos no tienen ni idea de que lo está haciendo. Esa es la obsesión más sincera y generosa.

Así he intentado cuidarte yo cada día de mi vida. Y así entiendo que nos deberíamos cuidar los unos a los otros.

A veces saliendo a buscarte, gritando, pero muchas otras, en silencio. En una sigilosa constancia.

Porque cuidar a alguien, implica vivir en una locura constante de acciones.

El amor nos puede llevar a cruzar límites que ningún cuerdo se aventuraría a atravesar. Pero a veces por las rutas menos convencionales.

Recuerdo la persona que buscaba mis ojos, mientras yo huía de las miradas.

Eso no es muy convencional, teniendo en cuenta que vivimos en un mundo, donde solo nos observamos a nosotros mismos.

¿Alguna vez has mirado alguien, y has vivido en primera persona cómo te traspasaba el alma?

Cuando miras, todo es normal. Tras un vaivén de pestañeos, se puede observar todo lo que el otro permite ver.

Es difícil encontrar personas que se luzcan desnudas, en sentido figurado.

El cuerpo, incluso las palabras, están vestidos de una reluciente armadura. Brillante y fuerte. Porque todas las personas que conoces, están luchando una dura batalla. Aunque no se lo digan a nadie.

Lo bonito es cuando un ser hermético, te ofrece un punto débil, por el que poder acceder a él.

Asique, el tiempo solo se estanca, cuando encuentra ese punto fijo: tu mirada.

Ese instante se reproduce a cámara lenta.

Abrí los ojos, y fruncí ligeramente el ceño. Como si estuviera observando la maravilla más misteriosa del mundo; el enigma que es tener a otro ser humano frente a ti.

En ese silencio, grito más fuerte que nunca.

Ahí salgo a buscarte, y a la vez te espero. Ahí, el padre le dice a su hijo: -ojalá te des cuenta.

En ese silencio te encontré, y me encontraste.

Dos gestos hieráticos, siendo descifrados. Dos puntos débiles atrayéndose, para no soltarse.

Pero cuando esa conexión se rompe, vuelve el ruido, las distracciones la tristeza, y la espera (nza)

Para ser determinante, uno necesita ser valiente. En lo que dice y en lo que no dice.

Y una vez decimos lo que tenemos que decir, y callamos lo que tenemos que callar, las cosas caen donde deben de caer.

Al final, siempre vamos a tender ir hacia lo que necesitamos.

 

<<—Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced —respondió Sancho—, que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas vienen a dar buenos frutos. Quiero decir que la conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha caído; la cultivación, el tiempo que ha que le sirvo y comunico12; y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales que no desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuestra merced ha hecho en el agostado entendimiento mío13. >>

Deja un comentario