Tiempos de guerra y Amor líquido

Tiempos de guerra y Amor líquido

Vivimos en tiempos de guerra y Amor líquido.

Guerras que son libradas desde las dimensiones más extensas, a los lugares más recónditos. Son guerras entre naciones, empresas, despachos, hogares, amigos, enemigos, conocidos, desconocidos.

La guerra que veis hoy en el mundo, es el producto de lo que antes se ha creado en uno mismo. Es lo que nace de un corazón corrompido. No termina, hasta que se extinga de las entrañas de cada individuo. No habrá terminado hasta que salga de todos. De ti y de mí también.

Los pensamientos son la artillería, y las acciones son los disparos.

Y el Amor líquido…

Zygmunt Bauman sociólogo, filósofo y ensayista polaco de 1925, es autor del libro “Amor líquido”, – al que debo mi inspiración y criterio en muchas ocasiones- y creador del concepto “modernidad líquida”

El héroe y protagonista de este libro son las relaciones humanas. Son hombres y mujeres de hoy, los que nos hacen ver la fragilidad de los vínculos humanos al describir las relaciones interpersonales en la postmodernidad. Personas fugaces, superficiales, con falta de cimientos y desesperados por relacionarse.

Sin embargo, desconfían todo el tiempo del “estar relacionados”, y particularmente de estar relacionados “para siempre” Por no hablar de “eternamente”, porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan para otra vez, relacionarse.

En este mundo, con la “individualización” paseando por las calles, las relaciones son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla; no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en el otro.

En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizás, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas. Las “relaciones” son ahora el tema del momento y el único juego en el que vale la pena asumir riesgos.

Pero yo, he visto conceptos donde se afirman que “parejas abiertas” son factibles por ser “relaciones revolucionarias que han logrado hacer estallar la asfixiante burbuja de la pareja” o la “necesidad de parejas de bolsillo” para sacarlas en momento de necesidad y cuando uno se canse, devolverlas al fondo del bolsillo.

Una relación de bolsillo exitosa es agradable y breve, dice Jarvie.          Podemos suponer que es agradable porque es breve, y que resulta agradable precisamente debido a que uno es cómodamente consciente de que no tiene que hacer grandes esfuerzos para que siga siendo así durante más tiempo: de hecho, uno no necesita hacer nada en absoluto para disfrutar de ella. Es lo mismo que usar un clínex. Un objeto necesario, para un fin, que cuando cumple su función, se tira a la basura. Pero:

“El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas.” Bauman

Una «relación de bolsillo» o una “relación clínex” es la encarnación de lo instantáneo y lo descartable. Mientras,  la idea del matrimonio, el “hasta que la muerte nos separe”, supone un plazo inasumible en una civilización marcada por el eterno presente y el usar y tirar de la sociedad de consumo.

 

«CLELIA: Soy demasiado independiente para ser una mujer tranquila en una casa modesta. Trabajar es también mi forma de ser mujer, de amar, de participar en la vida ¿entiendes? Quizás un día tenga suerte y encuentre un hombre con el que pueda vivir sin que él o yo tengamos que renunciar a nosotros mismos. Pero si tú y yo vivimos juntos, Carlo, estoy segura de que uno de los dos sería infeliz.

CARLO: Tal vez. Yo no consigo imaginar la infelicidad cerca de ti, pero no te pido que arriesgues la tuya.

CLELIA: ¿Crees que es fácil renunciar a ti? Me siento como una mujer en peligro»

Si no me equivoco, Heidegger, afirma que las cosas se revelan a la conciencia solamente por medio de la frustración que causan; arruinándose, desapareciendo, comportándose de manera inesperada o traicionando su propia naturaleza. Nuestra atención, tiende a concentrarse actualmente en la satisfacción que se espera de las relaciones, porque no han sido plenas y verdaderamente satisfactorias; y si lo son, el precio de la satisfacción que producen suele ser demasiado.

Aunque el concepto suela usarse para las relaciones basadas en el amor romántico, Bauman también desarrolla el concepto para hablar en general de la liquidez del amor al prójimo.

En las sociedades del capitalismo avanzado aparecen algunas tendencias que afectan a cómo se entienden las relaciones personales.

La inclinación al individualismo hace ver las relaciones fuertes como un peligro para los valores de autonomía personal. A esto se une la generalización de la ideología consumista que provoca la mercantilización de varios ámbitos de la vida. Prevalece el miedo a sentirnos vulnerables, sin embargo:

“El miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento” Paulo Coelho.

La des-humanidad juega con la perfección y con la ciencia, manipula los medios de comunicación, y las relaciones afectivas se convierten en pasajeras, sin sustento.

… ¿Relaciones capitalistas? Sí, donde en una familia vale más la herencia que la unión; donde preferimos mirar a una pantalla, antes que mirarnos a los ojos, e implicarnos; donde cada vez es más difícil acceder al corazón de alguien sin pasar antes por su perfil de Instagram,  por sus besos, o por su cama; donde el objetivo es comprar los envases más atractivos, consumirlos y tirarlos, o en otras palabras: encontrar a la persona más artificial, usarla y desecharla.

Queremos vivir tan rápido, que casi respirar parece una pérdida de tiempo. Sin embargo si nosotros no cuidamos y saneamos las relaciones humanas en este mundo que corre a contrarreloj, ¿quién?

“Cuando uno patina sobre hielo fino, la única salvación es la velocidad”

Es verdad, no podemos aislarnos del mundo que nos ha tocado vivir. Éstas son las guerras del corazón. Nosotros conformamos las sociedades. Somos individuos, únicos más no individuales. Tenemos que adaptarnos al mundo, más no conformarnos y dejarnos arrastrar por él.

Nadar a contracorriente, enamorarnos de la vida.

África Moreno

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