Azul y Blanco

Azul y Blanco

JMJ 2016. De Madrid a Cracovia.

Suelo escribir después de algunos acontecimientos importantes, de los que aprendo cosas que están mejor compartidas.

Y bueno, del 16 de julio al 3 de agosto, emprendí un viaje hacia el silencio, en unas jornadas de mucho ruido.  «En las que es muy fácil dispersarse.»

En otro momento,  me habría faltado tiempo la noche del tres de agosto, para escribir entre lágrimas, que existe alguien, que si quieres, te cambia radicalmente la vida.

Pero no lo he hecho, porque no tenía palabras. Ni siquiera las tengo ahora.

Cuando todos me preguntaban por la experiencia, me he limitado a decir: impresionante (que para ellos, se queda en nada comparado a lo ornamentada que suelo ser.)

Y hasta yo me sorprendo.

Pero ¿Cómo se reduce la inmensidad a una palabra? ¿o a unas cuántas?                                        ¿Cómo se hace una sinopsis de la plenitud colándose por tus sentidos hasta inundarlos? Ojalá las letras mejor colocadas, fueran reflejo preciso de lo que he vivido y vivo.

Y aunque era mi intención, el preludio no es este texto.

Más bien lo leyeron algunos en mi cara, cuando al mirarme, dijeron: “Has vuelto”  Y nosotros sabíamos a qué nos referíamos con volver.

Como me dijo un buen amigo:

<<La verdad encontrada en miradas que abren corazones>>

Quien vive en paz, irradia paz.

Después de esa larga noche de la que ya hablé, vinieron más y peores.

Después de cruzar puentes inestables, de esperar y confiar, vinieron inseguras estabilidades.

Y después de lo dispuesto,  se presentó el momento de mirar  desde lo alto del precipicio a un vacío lleno de miedo.

Miedo de la verdad esperando a ser descubierta, del alcohol para sanar las heridas (del que tanto huyo), de los atentados a la orden del día…

Y yo me tenía que lanzar. Nos teníamos que lanzar. Pero  inexplicablemente, era un vacío lleno de confianza de que alguien nos cogería ahí abajo.

Asique 16 de julio, agarrados de la mano, sin pronunciar ni una sola palabra, entramos al metro. Y rociado de gracia, llega sibilinamente a mi interior el mensaje: EL AMOR NOS HACE SER VALIENTES.

Esto lo he agarrado fuerte todo el camino, junto con las palabras de D. Carlos Osoro:

Estáis poniendo en juego vuestra vida, y la vida solo se puede poner en juego, cuando se presiente una respuesta a lo que la vida quiere: la vida está hecha para la felicidad”

Y con los días, llegaron más cosas.

Llegó el espera y confía, pero con el gran consejo de añadirle algo más: espera, confía y adora.

Llegó la seguridad de que un día se acabarán las largas noches oscuras. Que ni mucho menos son para siempre.

He vivido aferrándome a la experiencia de,  anteriormente, haber vivido unos días en ese cielo,  sin bajarlo al mundo, sin encajarlo en él, y para él.

Mientras, como era de esperar, la sociedad echaba sus escombros por encima. Sin reconocer entonces,  que yo capitaneaba esa sociedad.

Y cuando creía que la única manera de volver a tener paz, era volver ahí arriba, toca sumergirse en el Jordán.  Viene la lección; no subo a verla, si no que baja a mí.

Cuando Elías hace bajar fuego del cielo lo hace para dar veracidad a su Dios frente a los Baales. Elías ya conocía las largas noches oscuras; las humedeció tres veces con agua, y después con el fuego, que bajó del cielo, se consumieron.

Así que esta vez, la lección,  ha bajado a la tierra para enseñarme a pie de calle.

Ha sido tan en la tierra como lo estuvo María la de Magdala mientras observa desde abajo, cómo el maestro le protege de ser apedreada.

Tan en la tierra como el caminar de Israel en el desierto, alzando el fruto de esperar, confiar y adorar.

Tan en la tierra como estar entre millones de jóvenes, bajo la lluvia, y encontrar un silencio común.

Tan en la tierra, como ver de rodillas, cómo el cielo, se abre en el momento del Santo, y al terminar, las nubes lo recubren.

Ha sido la demostración de cómo la felicidad ya está en camino, y en el camino. Pero el hierro se templa con fuego, y el amor con sufrimiento.

Algo dentro de mí, me dice que no es el momento de encontrar la manera exacta de entender y comunicar  mi experiencia,  porque sería como publicar algo que aún no está acabado. Sería un spoiler de una de las tramas más importantes.

Hay algo fermentando, que necesita su tiempo.

Citando a otro buen amigo:

“Cuando uno llega a casa, y tu madre está limpiando y le preguntas: ¿Qué quieres qué haga?. Uno lo dice para limpiar lo que ella te diga.                                                                    Con los planes de Dios es igual.  Cuando dices, Señor, ¿QUÉ QUIERES DE MÍ?, no es para tantear a ver si era lo que te esperabas, es para estar dispuesto a hacer lo que necesite de ti, sea lo que sea”

Y entiendo que este punto es fundamental para saber dónde estamos y dónde tenemos que estar.

Que hay que entrar a casa con una decisión tomada.

Esa decisión, cumple tus aspiraciones y deseos.                                                                                  Pondrás luz en las largas noches de quien te necesita, y pondrás luz en las tuyas.

Con la posibilidad, o más bien la certeza, de que te va a cambiar la vida radicalmente.      De que te va a implicar hasta el fondo, y eso es muchas cosas, menos fácil.

Pero nada si no es eso, te hará feliz. Busques donde busques.

 

 África Moreno

«EL AMOR ME LO HA ENSEÑADO TODO»-  Juan Pablo II

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